domingo, 7 de enero de 2018

¿Es Argentina un país con vocación destituyente?.

¿Es Argentina un país con vocación destituyente?.











Desde la sanción de la Constitución Argentina en 1853, ha habido diferentes apuestas al derrocamiento de quienes sustentaban el poder, por quienes no lo hacían; algunas veces en forma manifiesta y violenta, y en otros disimulados en otros procedimientos.Urquiza y Mitre, recurrían a la fuerza militar propia y prestada, para alternarse, apareciendo la primera variante sobre este modelo, con Leandro Alem, que propicia las milicias populares en los cantones, para derrocar el régimen de Juarez Celman, si bien el General Campos le prometió un apoyo militar que no parece haber sido cumplido.

Hipólito Yrigoyen, cansado de padecer los “acuerdos” roquistas, para evitar la llegada  del radicalismo al poder, jugó dos veces su fortuna personal, en revoluciones “progresivas”, donde iba captando amigos y convenciendo enemigos, mientras tomaba destacamentos y cuarteles, sin lograr el objetivo final de remover el sistema vigente.

El mismo, inauguraría el proceso de “abstención revolucionaria” que como la política de “tierra arrasada” iría despojando de poder y representatividad a los gobiernos elegidos a dedo, y que de hecho desembocarían en la Ley Saenz Peña, de supuesto sufragio universal, aunque las mujeres, siguieran estando fuera de ese “universo”.

Proyectado Yrigoyen a la Presidencia en 1916, sufriría largamente, un proceso de “obstrucción” de sus políticas, a través de Cámaras de representantes, plagadas de conservadores, que se oponían sistemáticamente, sumando a integrantes de su propio cuño radical, planteados como “antipersonalistas”. Era una falacia ya descripta por los griegos, aquella de atacar a la persona, cuando no se podía atacar sus argumentos.

Llega 1930, y con Uriburu, irrumpe nuevamente el “golpe militar” para arrasar con el poder, doblemente lesivo, proviniendo de quien ha jurado por la Constitución, defender el sistema vigente, y por ser generado por quienes han recibido armas, justamente para esa defensa.

La gravedad de este hecho, queda en un plano todavía reducido, cuando el órgano representativo de la justicia, nada más y nada menos que la Corte Suprema, convalida el golpe, introduciendo la nefasta teoría de la “revolución triunfante”.

De ella se valdrán los golpes militares posteriores, de la misma década del 30 y aún de la del 40, “suspendidos” durante las Presidencias justicialistas  y reiniciados por la llamada “Revolución libertadora”, de 1955 contra el propio Perón.

Como en el 30 contra Yrigoyen, sectores de la oposición, medianamente sofocados en sus expresiones por ese sistema, caen en el error de convalidar el golpe, reabriendo una costumbre que se reiteraría con los de azules y colorados, que terminan deponiendo a Frondizi, o con Onganía sacando a Illia de la Rosada.

En el caso de Illia, se introduce la variante de incorporar sectores del sindicalismo (representados por Vandor) en la foto de los usurpadores.

En ese período, el golpismo considerándose casi como poder consolidado, generará los pases de mano posteriores, de Onganía a Levingston, y de este a Lanusse.

Esa conculcación de los derechos populares de acceso al poder, y cierto intento de réplica de los movimientos revolucionarios, sostenidos en países en desarrollo, desde potencias extranjeras, derivarán en la aparición de otra violencia a fines de los sesenta e inicios de los setenta, que involucrará a los grupos armados identificados como ERP, Montoneros, FAR, y FAP.

El retorno de Perón, tironeado como Tupac Amaru, desde la derecha y la izquierda, amparando a un nefasto Lopez Rega, creador de las tres A, para responder a esa acción terrorista, con otro terror sostenido desde el propio estado, actuando bajo las sombras; abrirían las puertas del golpe más sangriento y terrible de nuestra historia: El llamado “Proceso”.

No alcanzaron a frenarlo, ni el histórico abrazo de Perón y Balbín, ni la muerte del líder justicialista. Por el contrario, a partir de ese 1 de junio de 1974, arrancaría otra historia, que devendría en golpe.

Como en otros casos, un socavamiento previo, resaltado por los medios, había distendido las prevenciones de la sociedad, frente a un nuevo golpe: “el vacío de poder” de Isabelita, dando paso a la “aniquilación” de la guerrilla propuesta por Luder, eran el caldo de cultivo, esperado por los sectores, que utilizaban a los militares, como agentes de sus intereses.

No voy a abundar en precisiones de ese período nefasto, que concluyó en miles de desapariciones, torturas y muertes, una guerra impensada, y una devastación económica, que llevó la deuda externa argentina de 5 a 45 mil millones de dólares, como resultado de la estatización de la deuda privada, y la licuación de activos del estado.

Con la llegada de Alfonsín, todos vislumbramos un nuevo amanecer, pero la paz todavía se vería alterada por “Semana Santa” y “La Tablada”, como últimos estertores del uso de la violencia, intentando golpear o por lo menos debilitar al sistema. En ambos casos el repudio mayoritario, pesó tanto para sofocarlos, que los tradicionales sectores ocultos tras cada golpe,  fuera este militar o terrorista, tomaron nota y decidieron cambiar de metodología.

Los todavía poderosos jefes militares, desfilando frente a tribunales constitucionales, parecieron sellar un período de la historia que por sus hechos y sus consecuencias, nos puso en la consideración de todo el mundo.

La presión económico-financiera fue la nueva herramienta, a la que desde entonces, echaron mano, los intereses de la llamada “Patria Financiera”, siempre apoyados en algún sector de oposición, ávido de acceder o recuperar el poder.

Cavallo recorriendo las provincias, para “invitar” a no pagar los impuestos, o viajando a los centros internacionales, para exigir que no se diera crédito a la Argentina, fue la cara más visible de ese “golpe institucional financiero”, que obligó a Alfonsín a entregar el poder a Menem, antes de tiempo.

El autor de la estatización de la deuda privada durante el “Proceso”, seguía fiel a sus sostenedores, produciendo su segunda intervención histórica. (Faltaban otras dos, tan nefastas como esas).

Los “saqueos” en muchos casos promovidos, aceleraron un proceso que derivó en el acceso al poder, de la propia casta generadora de golpes, encubierta bajo la máscara de un líder popular, Carlos Menem.

La trampa del “uno a uno” (ideada en su tercera intervención por Cavallo) derivó en un drenaje de divisas al exterior, que comprometió al país a niveles impropios, para un PBI que no crecía en la misma medida.


Solo un avance debe registrarse en este informe, los sucesos vinculados a la muerte del soldado Cardozo, llevaron a Menem a terminar con el servicio militar obligatorio, sacándole “la tropa”, a los promotores de golpes al viejo estilo, y acelerando los nuevos procedimientos.

Alfonsín, sin digerir su salida temprana, que opacara su irrupción de líder carismático (pero que no oscurecería su recuerdo como padre de la Democracia) vuelve a recurrir al “acuerdo” al viejo estilo de Mitre y Roca, favoreciendo la creación de la “Alianza” para sacar del poder al menemismo.

Dentro del sistema, generando una posible mayoría, con la unión forzada de sectores que “no pegaban” ni ideológica ni operativamente, esta nueva forma de acceder al poder, tenía con su nacimiento, fecha de defunción. Y los que estaban “afuera” lo sabían.

Solo hacía falta un “nuevo helicóptero” para reproducir la foto del golpe a Isabel; y los nuevos saqueos, sumados a una novedosa expresión: “el cacerolazo”, generaron la ¨réplica”, esta vez sin recurrir a las armas.

La saturación popular frente a un “desgobierno” que había recurrido otra vez a Cavallo, empujaron un nuevo proceso de salida, de quienes unos años antes, habían accedido al poder.

El golpe de mano de Rodriguez Sa, debería computarse como otra forma de acceder al poder casi de “atropellada” mientras Duhalde preparaba “su programa”, y el vaciamiento rápido de su fugaz irrupción, proyectó a la presidencia, a quien estaba sin dudas, esperándolo con ambas manos.

Kosteki y Santillán acortarían los tiempos de ese sueño Duhaldista, de ser el primer Gobernador (y hasta ahora el único) de la Provincia de Buenos Aires, en llegar a la Presidencia, aunque no fuera por voto popular. Y como operador privilegiado de su herencia, al ver que no crecían las encuestas de De la Sota; buscó como apuesta de manejo futuro del poder, a alguien que consideraba equivocadamente manejable: Nestor Kirchner.

Ja.

El resto es demasiado reciente como para relatarlo, si bien se registran repeticiones, de procesos ya verificados, como la casi recreación de la Alianza, para remover del poder al kirchnerismo, y las expresiones con cierta nostalgia desestabilizadora, en algunos escenarios kirchneristas.

Casi como una gimnasia histórica, para no perder la costumbre.


Hasta se ha creado un verbo, de uso exclusivo entre nosotros: “fragotear”, para definir esa tendencia, y lo gracioso es que al heredero de la familia Fraga, propiciadora de ese verbo por sus posturas tradicionales, se lo considera un “analista político”, y se le piden estadísticas.


Somos muy particulares, los argentinos.

Manuel Vila (2018)

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