domingo, 16 de noviembre de 2014

Un texto del pasado, una invocación para el futuro

Revisando papeles viejos, para descartar aquello que ya no nos sirve o no nos interesa, encontré un texto que escribí en una agenda en Abril de 1984. El escaneo me permite unir los dos trozos en que se encontraba.
Comenzaba una nueva etapa en la historia argentina, después de la noche interminable de los 70 y comienzo de los 80, después de las desapariciones, y de las muertes en Malvinas.
Unos días antes, Raúl Alfonsín, hablaba ante la Asamblea Legislativa, de los 100 años futuros de democracia. Y nuestro corazón estallaba.
Tres hijos con menos de 12 años, nacidos en ese triste período, nos impulsaron a militar por el regreso a la vida, con los riesgos que eso implicaba, desde el radicalismo, como otros lo habían hecho desde el peronismo.
Y los pensamientos escritos (que pueden sonar exagerados) corregidos para extender a toda la Argentina nuestra visión originalmente porteña eran estos:


Una etapa de opresión que muere y otra de esperanza que nace; un grupo de argentinos, representando las vibraciones de tantos otros, reunidos en un recinto para enhebrar un eslabón nuevo en la historia.
Podríamos estar hablando del hoy, del momento que con expectativas, ansiedades y sufrimientos, vivimos los argentinos.
Con la democracia recuperada, con la libertad reconquistada, con la obligación de hacer nuestro futuro desde cero, o peor aún, desde el dolor, del esfuerzo inútil, de las muertes compatriotas, de las miserias cotidianas.
Y podríamos estar hablando de aquel 9 de Julio de 1816, con iguales miedos, con parecidos dolores, con similares obligaciones, con comunes esperanzas.
Y aunque a algún amante de los acartonamientos, le resulte osada la comparación, la rescatamos como esencial para valorar los esfuerzos y los logros o aún los fracasos de cada uno.
Porque los héroes no fueron tales cuando se subieron a un caballo de bronce en una esquina de (Buenos Aires) una ciudad de Argentina, ni cuando escribieron su nombre en un libro de historia, frío; enumerativo y  despersonalizado, sino cuando ocultaron una lágrima por la familia lejana, o cuando tomaron decisiones humanas y falibles, pero decisiones al fin, como ustedes; como yo, como cualquiera de nosotros.
La historia no se hizo con mármoles fríos, sino con corazones ardientes.
La historia la hacemos cada uno de nosotros, día tras día, con éxitos y fracasos, con alegrías y dolores.
Como aquel puñado de argentinos, reunidos en una casita tucumana, un 9 de Julio de 1816.


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